Los altares célticos de Gete
Varias investigaciones arqueológicas en Gete (Pinilla de los Barruecos), han permitido localizar hasta el momento cinco altares célticos, dos de ellos visitables, en los que encontrarás señales que te permitirán conocerlos “in situ”.
Más allá de ello, el presente apartado trata de ahondar en el conocimiento del mundo celta y en concreto en relación con su religiosidad.
Religiosidad Céltica
El término Celta, es utilizado por lingüistas e historiadores para referirse al conjunto de pueblos de la Edad del Hierro que hablaban lenguas célticas. Este conjunto de grupos tribales de origen europeo llegó a la península ibérica hacia el 800 a.C y permaneció inalterado hasta la llegada de los romanos en el siglo II a.C.
Sabemos por las fuentes clásicas, básicamente romanas, que los celtas fueron muy religiosos debido a que su conocimiento de la realidad y su concepción del mundo eran limitados, dotando así de magia y misticismo aquello que les resultaba difícil de razonar.
Aunque su ámbito geográfico fue muy amplio, ya que ocupaba una parte importante de Europa, en su religiosidad había muchos elementos comunes que les definían. De hecho la religión y la lengua eran los elementos más genuinamente célticos. Incluso en el caso de la religión se puede decir que, referido al mundo de las creencias, confluyen un conjunto de características de larga duración histórica, que pueden remontarse a ciertas formas de chamanismo mesolítico (periodo de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, desarrollado hace unos 8.000 años). Por otro lado, se puede afirmar que hubo una cierta continuidad en cuanto a formas de religiosidad y de ritualidad con respecto a la Edad del Bronce (1900-800 a.C.) e incluso la Edad del Cobre (3200-1900).
Concepto de Mundo
Para los celtas, el mundo estaba organizado en dos ámbitos: el mundo vital y lo que estaba fuera de él. Al primero correspondían las personas y el poblado, delimitado generalmente por murallas que les defendían y separaban del otro mundo.
El otro mundo correspondía a la naturaleza, inmensa y salvaje, donde los espíritus (númenes), los dioses y los animales hostigaban a las personas. Sin embargo, en esa naturaleza había lugares especiales (nemeton) donde los dioses se comunicaban con los humanos (hierofanías) que les imploraban y daban ofrendas por los dones recibidos. Estos lugares eran santuarios naturales, que podían ser diversos (cuevas, rocas, bosques, árboles, lagunas, etc.).
Todos estos lugares naturales, eran mágicos y en ellos los druidas, a modo de sacerdotes, realizaban ritos para buscar la protección de los dioses.
Los sacrificios formaban parte de rituales para predecir el futuro y controlar lo sobrenatural, incluso había sacrificios humanos, realizados de distintas maneras: quemados, ahogados, apuñalados o ahorcados como nos cuentan los romanos Tito Livio y Plinio o los griegos Diodoro y Estrabón (siglos I a.C-I d.C.).
Uno de los sacrificios humanos más conocidos es el llamado “Hombre de Lindow” encontrado en el pantano de Cheshire (Reino Unido) en 1983. Fue un joven de 25 años que vivió entre los siglos III y II a.C, que murió golpeado en la cabeza, estrangulado y degollado (la llamada triple muerte entre los celtas). En España se conocen algunos posibles casos como el de las tres personas sepultadas en el torreón de Calatayud correspondiendo, quizás, a un rito de fundación de la construcción.
Tipos de santuarios en la Península Ibérica
Los santuarios de la Península Ibérica no son tan espectaculares como los de Francia, Inglaterra o Centroeuropa, donde se conocen varios tipos:
- pozos o fosos (favissa) rellenos de objetos (generalmente armas), ofrendas y huesos.
- los viereckschanzen o recintos cuadrangulares, como los santuarios franceses de Entremont o los de las Provenza (Roquepertuse, Glanum).
- los fanum o templos celta-romanos.
- los brandopferplätze, lugares donde se quemaban ofrendas, los altares.
Ante tal variedad de formas y ritos, el concepto de santuario en el mundo celta es polivalente y con una gran multitud de variantes. No obstante, existe una diferenciación básica entre santuarios: urbanos y rurales.
- Los santuarios urbanos estaban dentro del poblado y podían ser públicos, como el de Castrejon de Capote (Badajoz) con una construcción específica, o privados, en una habitación de la casa, como es el caso de Cauca (Cuéllar, Segovia).
- Los santuarios rurales, en la naturaleza, no cuentan con una construcción específica y se ubican en diversos lugares, como en cimas de montes (Monte Dulla en Burgos, Peñalba de Villastar en Teruel), cuevas (San García de Burgos, La Griega en Segovia), rocas (sacra saxa o altares sagrados como los de Gete), claros del bosque (Barcina de los Montes, Burgos; Postoloboso en Ávila; Los Carnutes), fuentes (La Fuentona de Soria), lagunas (Poceirón en La Aldea del Pinar, Burgos) pozos, ríos, etc. Dentro de estos, incluso se crean subdivisiones:
- santuarios extraurbanos, en las inmediaciones de las puertas de los poblados, para ceremonias de paso o tránsito como el Lapis Manalis, junto a la Puerta Capena de Roma o el Segeda en Calatayud.
- santuarios territoriales de colectivos o de gentilidades o de tribus.
- santuarios de frontera, ubicados en zonas fronterizas entre tribus celtas, como el de Barcina de Los Montes, entra cántabros, caristios y autrigones, el de Postoloboso entre vettones y carpetanos o los de Gete entre pelendones, turmogos y vacceos.
Entre los santuarios rurales los más conocidos son los llamados altares rupestres (sacra saxa o peñas sagradas) en los cuales se hacían sacrificios de toda índole. Eran lugares de peregrinación donde además de los ritos sagrados se hacían banquetes en los que participaban todos los miembros del poblado o la tribu, a modo de nuestras romerías, como actos sociales. Las peñas sagradas eran muy variadas en función de su finalidad:
- peñas vinculadas al numen loci, el espíritu o dios del lugar (caso de Barcina de los Montes dedicado al dios Vurovius);
- peñas para ceremonias de carácter social y religioso general;
- peñas adivinatorias;
- peñas propiciatorias (llamadas de ánimas, de deseos, de matrimonio).
Generalmente los altares rupestres tienen una serie de rasgos comunes ya que los ritos así lo exigían:
- roca (peña) de cierta entidad, con una marcada orientación hacia el sol.
- entalladuras o escalera de acceso a la parte superior donde se encontraba el lóculo o lóculos (cavidades en la roca) donde se hacían los sacrificios.
- grabados e inscripciones (estas ya de época romana) donde se dice el dios al que está dedicado (Lugus, Endovélico, Vurovio, Ataecina, etc.).
- cercanía al agua (fuente, río o arroyo), ya que el agua, como en todas las religiones, era parte fundamental para ritos de purificación.
- cercanía de caminos y zonas de paso.
El Santuario de Gete (Pinilla de los Barruecos, Burgos)
En Gete el conjunto de varias peñas llevan a interpretarlo como un santuario, formado por al menos cinco peñas (conocidas hasta el momento), situadas en las proximidades de un arroyo afluente del río Gete y cerca de un lugar conocido como “La Laguna”, indicativo de la existencia de una laguna, ahora desecada. Además están junto a un camino, usado incluso por los romanos para unir las ciudades de Numancia, Tiermes o Clunia con el castro de Salas de los Infantes o Lara de los Infantes.
En Gete, las cinco peñas sagradas de arenisca cuentan con diversos entalles y labrados, en función de los cuales se ha interpretado su uso. Tres de ellas parecen corresponder a altares de sacrificios y otras dos a altares de tronos o asientos. De ellas, hoy día son visitables una de cada: el altar de la Peña y el altar de los tres tronos.
Altares de sacrificio
Hay altares indígenas de época romana (siglo II de nuestra era) como el de Panoias (Portugal) donde existen cinco inscripciones que describen el ritual que realizaban. Por otro lado, la inscripción lusitana de Cabeço das Fraguas (Portugal) indica qué animales se sacrifican: un buey, un jabalí y una oveja, aunque también se sacrificaban otros animales.
En estos altares se realizaban sacrificios (llamados suovetaurilia por los romanos, thysia por los griegos y sautramani en el mundo ario de la India) para obtener la protección de sus dioses. En estas fiestas, entendidas como formas de socialización, aparte de los actos religiosos se concertaban negocios, alianzas, matrimonios exogámicos, etc. Su valor, función y significado era muy grande.
Este tipo de altares, parecen remontarse al Bronce Final (1200-800 a.C.) permaneciendo durante toda la Edad del Hierro (800-siglo I a.C.) y continuando hasta época romana avanzada. Incluso es posible que ritos paganos perduraran durante las fases iniciales del Cristianismo y la Alta Edad Media.
Gete cuenta con tres altares de este tipo. Uno de ellos es visitable (“El altar de La Peña”); se trata de una gran roca con escalera de acceso, orientada al ocaso del sol en el solsticio de verano, con cavidades donde se realizaban sacrificios.
Altares de tronos
Este otro tipo de altares, aún dentro de su orientación religiosa, parecen responder a otras funciones aún poco precisas, interpretados por similitud con otros de zonas como Anatolia, Irlanda o Escocia. Por el momento, puede afirmarse que se trata de tronos posteriores a los de sacrificios, datados especialmente en la segunda Edad del Hierro (450-I a.C.) cuyo modelo podría proceder del trono de Midas (Turquía) llegando a occidente por Grecia e Italia.
En nuestro ámbito se conocen muchos ejemplos, sobre todo en Portugal, Galicia y algunos en Ávila.
Su función parece estar relacionada con la consagración y reconocimiento de jefes tribales (rik thuat), existiendo buenos ejemplos en Escocia, como la llamada “Piedra de la Coronación” llevada en el siglo XIII al trono real de la abadía de Westminster y recientemente devuelta a su lugar de origen escocés; o el llamado “Trono de San Patricio” en el bosque de Altadaven (Irlanda).
Gete cuenta con dos altares de trono. Uno de ellos es visitable (“El altar de los Tres Tronos”); se localiza cercano al altar de “La Peña” y consta de tres tronos orientados al ocaso del sol en el solsticio de invierno. Tienen respaldo vertical y se encuentran a alturas decrecientes. Su peculiaridad es que en la parte superior hay un gran lóculo (cavidad excavada en la roca) donde se hacían ritos con ofrendas de sacrificios animales cuya sangre caía por un canal situado junto a los asientos (tronos). El segundo de este tipo de altares en Gete, tiene cuatro tronos al mismo nivel y sin respaldo (Trono de Santelices).
Festividades del calendario céltico
Las fiestas y ritos se hacían con motivo de grandes celebraciones, muchas de las cuales son fijas en un calendario anual soli-lunar, en el que el año está dividido en 13 meses de 28 días de duración, coincidiendo con el ciclo lunar en los que la noche precede al día; así suman 364 días más el primer día del año llamado Idad. Este calendario computa el tiempo no por días sino por noches, como dice Julio César, de ahí que en las noches de plenilunio (luna llena) se realizaban las grandes celebraciones.
En relación con el ciclo solar, los celtas conocían perfectamente los solsticios y los equinoccios, cuatro señalados momentos del año que marcan las grandes fiestas solares: Yule solsticio de inverno (21 de diciembre), Ostara equinoccio de primavera (21 de marzo), Litha solsticio de verano (21 de junio) y Mabon equinoccio de otoño (21 de septiembre).
Estas fiestas tan arraigadas en la sociedad de entonces, trascendieron a nuestra era, a pesar de que religiosamente se instaurara el cristiano en sustitución de ritos paganos. La continuidad de estas grandes celebraciones, se mantuvo, aunque teñidas de pasajes cristianos. Por ello fechas señaladas en el calendario celta, fueron integradas en el calendario cristiano:
- Yule -solsticio de inverno (21 de diciembre)- la fiesta del Sol Invicto que conmemora en el rito cristiano el nacimiento de Cristo.
- Ostara - equinoccio de primavera (21 de marzo)- en el rito cristiano es asimilado como la Anunciación de la Virgen (promesa de la venida de Cristo).
- Litha - solsticio de verano (21 de junio)- es la fiesta de San Juan Bautista (quien precede a Cristo), celebrada en el mundo céltico con fuego para dar fuerza al sol y que este resucitara la tierra yerma durante el invierno.
- Mabon - equinoccio de otoño (21 de septiembre) – en torno a esa fecha el mundo cristiano se identifica con la fiesta de San Miguel Arcángel, que el día de juicio final valorará los actos a partir de los que salvarse.
Intercaladas en esas fechas, hay otras fiestas célticas que marcan el comienzo y mitad del año:
- Semain – 1 de noviembre (llamado idad: primer día del año)-, es la fiesta del año nuevo coincidiendo con la fiesta cristiana de “Todos los Santos”;
- Imbolc -a comienzos de febrero- es la fiesta de la diosa Brigitte (Santa Brígida en el mundo cristiano) festividad de las candelas y de la Candelaria (la llegada de la luz);
- Beltain - a comienzos de mayo- mes dedicado a la Virgen y donde los mozos (mayos) levantan cucañas y mayos;
- Lugnsad o fiesta del dios Lug, en agosto, cuando se celebran las fiestas de la cosecha, de la acción de gracias y de la Virgen de agosto.
Textos e imágenes: I. Ruiz Vélez, Ó.González Díez y J.R. Almeida